La iba a escribir de mi puño y letra, en la tinta azul de aquel lapicero que se manchó de rojo cuando armados de brochas pintarrajeamos las paredes de la casa. La iba a doblar dos veces y meterla en uno de los sobres que compré en aquel tiempo cuando aún no nos teníamos tanta confianza y quería transmitirte mis pensamientos sin la ofuscación de tu gracia.
No lo hagas. Solo garabatearás una retahíla de cursilerías y de cosas que ya se saben, que ya dijistes y cuya réplica se sobreentiende.
Una carta que no valdría la pena salvar de debajo de una cerveza sudorosa.
lunes, 20 de junio de 2011
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