La hoja de tu navaja es tan afilada
-Todos queremos a Katerin-dijo, casi amenazó, Don Armando desde la otra esquina de la sala y desde su corpulencia obesa y apacible. Él, sentado en el sofá, sacó la cabeza de entre las manos y respondió:
-Ella hace eso, hace que todos la quieran. Incluso los que tenemos el corazón del tamaño de un simple frijol.
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