Me senté en la barra. Pedí un café y luego un trago. Era martes, el establecimiento estaba casi vacío. Afuera llovía. Acerqué el cenicero y pedí cigarro, fuego. Unas lámparas se apagaron, solo las que iluminaban las botellas frente al espejo quedaron encendidas. Cualquiera diría que era una señal de la hora de cierre. Pero todos lo que habituábamos concurrir, todos nosotros que nos veíamos casi todos los días sin conocernos nunca, sin hablar nunca, sabíamos que apenas la velada comenzaba.
domingo, 14 de octubre de 2007
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2 comentarios:
me gustaría acudir fisicamente. invitame a ir.
Antes que nada: te invito. ¿Sabes que los lugares uno los hace y los transforma? Al post solo le faltó agregar: 'Una brasita se encendió en una mesa apagada, supe que era ella.'
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