sábado, 19 de abril de 2008

-En ese entonces ¿que te dedicabas a hacer?
-No se. No te podría decir algo en concreto. Viajaba mucho en bus. Es decir, tomaba los buses urbanos y a veces pagaba hasta tres vueltas. Cuando la coaster llegaba al punto me bajaba, me quedaba de pie sin hacer nada en especial, no puedo decir que esperando. Me subía a cualquier coaster que estuviera por salir, pagaba. Asi por el estilo, asi se me pasaba el día.
-¿Nunca hiciste algo especial, no se, algo notorio que te ayudara a dar asi como un cariz a los tiempos?
-En realidad no. Bueno, una vez me bajé cerca de la fachada de una casa antigua. Me gustaba. Al pasar siempre la examinaba con detenimiento todo lo que me lo permitía la velocidad o prisa que llevara la coaster. Esa vez decidí bajarme y mirarla desde la acera, teniendo un punto de referencia inmóvil, ¿entiendes? : mis pies sin despegarse del suelo. Y en ese instante pasó, no fue nada violento, ni brusco. La canción más triste que he escuchado me sonaba dentro del cráneo y supe que tenía que hacerlo. Comer la casa. ¿Eso querías saber? Si, despegué las cascaritas de pintura polvorientas y las iba masticando como si fueran una especie de ostias que me regalaban en otra especie de misa invisible, poderosa, más mística, más en comunión.
-¿Qué canción era?
-No creo que eso te interese.

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