miércoles, 18 de julio de 2007

Siesta

Se tira en el colchón y al quedar inmóvil siente el verdadero peso de su esqueleto. Y le da igual saber que tiene huesos que la gravedad aplasta contra la cama porque de verdad está cansado. Una sensación en su cuerpo le anuncia una siesta profunda.
Y entonces lo recuerda. ¿será capaz? En este instante, se entrega al descanso y eso quiere decir que en poco más de una hora tendrá fuerzas suficientes otra vez. Quiere decir que tiene la intención de continuar con planes, con el paroxismo de actividades diarias, con la vida.
Quizá aquella determinación que tomó no la pueda cumplir. A veces se despierta de madrugada, cuando falta poco para levantarse y se sorprende, si quererlo, planteándose la misma cuestión.
En momentos asi le brota hostilidad hacia todo lo que no es normal, incluída esa parte de él que engendra pensamientos extremos, soluciones fatales.
Prefiere seguir durmiendo sin considerar, a la luz de la respueta íntima que le ha dado a todos sus problemas, la inutilidad de este acto. Su comicidad. Su autoindulgencia.
Pero cuando está a punto de quedarse dormido una maquinal ola de lucidez le hace despertar del todo sin abrir los ojos y piensa en el callejón sin salida al que él mismo se ha ido a meter, y sopesa, contempla las dos opciones únicas, ninguna de las cuales le agrada y se da cuenta que llegado el tiempo tendrá que decidir.

La mueca de asco se le hiela en la cara de puro miedo.

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