viernes, 16 de octubre de 2009

El caset tuvo su origen en la calle. Los vendían en puestos callejeros que consistían en una caja con patas. Dentro de la caja estaban ordenados. Era música de baladistas románticos en español, nada rebuscado. También había música en inglés. Más que todo éxitos de los setenta. Pedir algo de los años sesenta era pedir algo extraordinario.

Se escuchó algunas veces en la casa. Luego estuvo abandonado en la mesa de la sala. De ahi pasó a rebotar por ciertos lugares de la casa, no todos. Hasta que al fin perdió todo valor y me lo agarré.

Lo primero que hubo que hacer fue arrancarle el papel porque tenía pegado un impreso con el nombre del artista en español. Tengo que decir algo con respecto a estos artistas, son de los que salían en los programas de domingo por la noche para toda la familia, supuestamente, pero que solo eran del gusto de los adultos. Otra cosa que tengo que decir de estos artistas es que la casi todos eran únicamente intérpretes. Cuando los veías en la televisión salían de saco y de corbata, tenían una voz pastosa y somnífera, y una manera muy melindrosa de tomar el micrófono. Si eran mujeres iban con vestidos de noche satinados o de lentejuelas, peinados a la moda según la época. Muy maquilladas. Todos cantaban de decepciones y desamor de una manera bastante monótona. De parte de la letras parecía la misma canción o exactamente la misma historia pero solo copiada y cambiada de nombre.

Debido a esto, me urgía quitar los nombres de estos artistas del los caset que conseguía robar. Arrancaba las tiras de papel y siempre imperfectamente. Quedaban zonas con aún papel pegado, el que estaba pegado más fuerte, el sitio central donde de seguro había caído el pegamento, donde se lo habían aplicado. En esas partes aprovechaba para escribirle algo con respecto a la música que iba a grabar. Por ejemplo, ...and justice for all. O cosas así.

Con el tiempo y el uso estas raspaduras perdían su color blanco inmaculado y adquirían esa tono de personalidad propia. Ese tono sucio, casi sucio, oscurecido por la costumbre, por el hábito, de tanto sonar y empotrarse en la casetera.

Eran tiempos en los que la casetera crujía, crujía, al oir música. Si te emocionabas podías estar oyendo tus casetes por más de dos horas. Luego te dabas cuenta que ya eran poco más de la nueve de la noche y que se te había pasado el tiempo de estudiar o de hacer alguna otra cosa trivial.

Entonces estaba lloviendo. Era el invierno. Ya lo dije.


No salgo mucho por estos tiempos.

2 comentarios:

Aleks Sagastume Eguizábal dijo...

jueputa, bosn... solo en la compu pasas! y asi como esta la situacion a nadie le gustaria salir... no vaya a ser que termine con la mano derecha zampada en el culo propio pero sin brazo ni cabeza!! solo se sale por necesidad...

gatos dijo...

eekkk... ¡que miedo!

 
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